viernes, 18 de marzo de 2011

Obligada al optimismo

Parece que últimamente tanto la naturaleza como las acciones del hombre nos precipitan a la tragedia y la destrucción: el terremoto y el tsunami que han arrasado gran parte de Japón más la amenaza nuclear que se vive en aquel país, la represión de la revolución en Libia, sin olvidarnos de Haití, ni de Irak, donde sigue muriendo y sufriendo gente. Y la crisis mundial y el cambio climático y los alimentos transgénicos y la explotación infantil... o simplemente el vecino que no recoge la caquita que su perro se hace justo a la puerta de tu casa. La balanza de la justicia no parece que se nivele nunca, la solidaridad y la empatía brillan por su ausencia en muchas comunidades y las desigualdades sociales y económicas socavan a medio mundo mientras otros se lucran especulando sobre nada.
Y con todo esto sobre la mesa ¿puedo permitirme el ser pesimista, el pensar que el futuro está perdido, que no hay esperanza? ¿puedo confesar mi misantropía y mi poca fe en la bondad y la buena fe humana? NO, no puedo... si lo hiciese, daría por sentado que eso es todo lo que mis hijas heredarán, que ese oscuro porvenir es todo lo que les queda y yo no puedo permitir eso, no para mis hijas.
Entonces he de mirar hacia delante con el ánimo positivo y reafirmarme pensando en que de la destrucción puede surgir algo mejor, que la tragedia nos hace más fuertes y sabios y que con esfuerzo todo es mejorable. He de luchar contra mi intuición, contra mis sentimientos, darle la vuelta a la conclusión de mis reflexiones y ser irremediablemente optimista, he de creer en el ser humano, ya que el pesimismo es absolutamente incompatible con un proyecto de amor y futuro como es la maternidad, y si pensara que todo va a ir mal estaría cometiendo la mayor inconsistencia de la historia de la lógica.

1 comentario:

  1. el optimismo por delante de todo, después de la tormenta siempre sale el sol!

    un saludo desde sayqueen.blogspot.com

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