sábado, 19 de febrero de 2011

El fruto de la descolonización

Hace unos años hice un trabajo sobre un libro de Edward W. Said llamado “Cultura e imperialismo” (Editorial Anagrama). Si no recuerdo mal Said hace un recorrido por distintas obras maestras del arte para radiografiar el panorama social, cultural y político de los pueblos implicados en procesos imperialistas, tanto de los pueblos colonizados, como de los colonizadores. El libro es estupendo, pues analiza desde un punto de vista peculiar otros libros como “El corazón de las Tinieblas” de Conrad, “El Extranjero” de Camus u otras manifestaciones artísticas como la ópera “Aida” de Verdi, así que, independientemente del interés político del libro -que lo tiene, y mucho- os lo recomiendo por ser un libro de libros.
El caso es que estos días es inevitable pensar en los frutos de la colonización en los países árabes del Mediterráneo, y más aún, de los frutos de la posterior -y chapucera- descolonización. Los países occidentales que invadieron y se repartieron las tierras del norte africano, dejaron, a su marcha, dictaduras que se han prolongado hasta nuestros días. Desconozco detalles históricos pormenorizados de Túnez, Argelia o Egipto, pero tse que ienen el denominador común de que sus gobiernos han estado amparados por los gobiernos de las antiguas metrópolis, que los sostuvieron a cambio de otros beneficios encubiertos o no. Es irónico que los que fueron colonos y explotadores, y ahora pertenecientes a organismos respetables y serios como la Unión Europea, condenen las dictaduras que ellos mismos ayudaron a apuntalar y que se sorprendan de lo que está sucediendo en todo el Magreb.
Ojala esta corriente revolucionaria de sus positivos frutos, ojala se consiga “pan y libertad”, ojala puedan, por fin, deshacerse de ese manto de polvo que es el fenómeno del imperialismo que durante tanto tiempo ha empañado el brillo de pueblos que tienen luz propia, que podrían ser grandes, libres, independientes y felices.
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